martes, 17 de agosto de 2010

4.

La primera noche que estaba en Boston, el domingo día 1 a las 20:00 (en Europa serían las 2:00), Khris preparó la cena. Creo que ella estaba más nerviosa que los tres estudiantes que, de sopetón, acabábamos de arribar a sus propiedades. Nos sentamos a la mesa:
Khris junto a la puerta, yo presidía el ágape de bienvenida y las dos chicas se hallaban a mi derecha. Todo el tiempo Khris no dejaba de hablar. Yo estaba tan cansado que sólo le sonreía: no entendía ni papa de lo que me estaba contando la buena señora. El caso es que mientras llenábamos nuestros platos de suculenta comida (mazorcas de maíz cocido, judías, ensalada, mantequilla de cacahuete y puré de patata), la señora dejó de hablar. De repente. Juntó las manos en su regazo, inclinó la cabeza en señal de sumisión, y guardó silencio. Yo casi reviento conteniendo la risa. Y es que por fin uno de mis sueños se había cumplido: era protagonista de una típica película americana. Fue grandioso.

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